O Santísima Virgen María, Reina del Cielo y Madre de Misericordia, nos dirigimos a ti con corazón humilde y agradecido en este momento sagrado en que invocamos los misterios de tu Santo Rosario. Tú que eres nuestra estrella de la mañana, guíanos por los vericuetos de nuestra vida, iluminando nuestro camino con la luz de tu amado Hijo, Jesucristo.

Al comienzo de cada Ave María, meditamos sobre la Anunciación, aquel momento divino en que el Arcángel Gabriel te saludó como llena de gracia y tú, con humilde sumisión, aceptaste la voluntad de Dios convirtiéndote en la Madre del Salvador. Que esta meditación nos enseñe la obediencia confiada ante los misteriosos designios de Dios, y fortalezca nuestra fe en su divina providencia.

Durante cada decena, contemplamos los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de tu Hijo, Jesús. Que estos momentos de oración profundicen nuestra comprensión del amor infinito de Dios manifestado en Jesucristo, y nos inspiren a seguir sus enseñanzas e imitar su ejemplo.

Durante los misterios gozosos, reflexionamos sobre el nacimiento de Cristo, su infancia en Nazaret y la presentación en el Templo. Santa María, Madre de Dios, intercede por nosotros para que, como tú, acojamos a Jesús en nuestras vidas con inefable alegría.

En los misterios luminosos, contemplamos el bautismo de Jesús, sus milagros y la institución de la Eucaristía. Santa María, Reina de los Apóstoles, concédenos la gracia de vivir nuestra vida a la luz de la verdad eterna de tu Hijo.

Los misterios dolorosos nos conducen al huerto de Getsemaní, al vía crucis, a la crucifixión y a la muerte de Jesús en la cruz. Madre compasiva, consuélanos en los momentos de sufrimiento y guíanos en las pruebas de la vida con la fe inquebrantable que mostraste al pie de la cruz.

Los misterios gloriosos celebran la resurrección, la ascensión, Pentecostés y tu coronación como Reina del Cielo. Santa María, Reina y Madre nuestra, ayúdanos a aspirar a la gloria eterna del Reino de Dios y a caminar con esperanza hacia nuestra patria celestial.

Durante cada Ave María, te pedimos por nuestra Iglesia, por todos los fieles, por las almas del purgatorio y por el mundo entero. Oh Virgen del Santo Rosario, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amen.