El quinto Misterio Doloroso, Jesús es crucificado y muere en la Cruz, es el momento culminante de la Pasión de Cristo, un momento marcado por el dolor, el sacrificio y el profundo amor divino. Este misterio nos invita a contemplar el sufrimiento último de Jesús y a meditar sobre el significado de su muerte para nuestra salvación.
El quinto Misterio Doloroso es el momento culminante de la Pasión de Cristo.
Después de soportar una noche de torturas, burlas y humillaciones, Jesús es conducido al Gólgota, el lugar de la calavera, donde será crucificado. Allí es clavado en una cruz, con las manos y los pies atravesados por clavos. La crucifixión es un método de muerte especialmente cruel y doloroso, concebido para infligir una agonía prolongada. Jesús, ya debilitado por los golpes y los abusos, sufre un dolor inimaginable mientras cuelga entre el cielo y la tierra.
En la cruz, Jesús pronuncia varias palabras significativas. Entre ellas, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Estas palabras dan testimonio de la profundidad del amor y la compasión de Jesús, que, incluso en su agonía, rezó pidiendo perdón a sus verdugos. Esta oración nos recuerda que la misericordia divina es siempre accesible, incluso para los que cometen los actos más crueles.
Al lado de Jesús, dos malhechores son también crucificados. Uno de ellos se burla de él, pero el otro, conocido como el Buen Ladrón, reconoce su propio pecado y pide a Jesús que se acuerde de él cuando entre en su reino. Jesús le responde: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43). Este diálogo revela la gracia instantánea y la promesa de redención que se ofrece a todos los que acuden a Jesús con fe y arrepentimiento.
Al pie de la cruz se encuentra María, la madre de Jesús, acompañada por el apóstol Juan y algunas mujeres fieles. Jesús, en un acto de amor filial, confía su madre a Juan, diciéndole: "Mujer, ahí tienes a tu hijo", y a Juan: "Ahí tienes a tu madre" (Juan 19, 26-27). Con estas palabras, Jesús muestra su preocupación por el bienestar de su madre e instituye una nueva relación familiar basada en la fe.
En sus últimas palabras, Jesús grita: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27:46), expresando la profundidad de su sentimiento de abandono humano mientras cita el Salmo 22, que termina con una nota de confianza en Dios. Luego, con un último suspiro, dice: "Todo está consumado" (Jn 19,30), dando a entender que su misión de redención ha concluido. Finalmente, pone su espíritu en manos del Padre: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
La muerte de Jesús en la cruz está marcada por signos extraordinarios: el velo del templo se rasga, la tierra tiembla, las rocas se parten y las tumbas se abren, simbolizando la nueva alianza entre Dios y la humanidad y la victoria sobre la muerte y el pecado.
Este quinto misterio doloroso nos invita a una profunda reflexión sobre el sacrificio definitivo de Jesús. Con su muerte, cargó con nuestros pecados y nos ofreció el don de la redención. Al meditar este misterio, se nos invita a reconocer la gravedad de nuestros pecados, a aceptar la gracia de Dios y a vivir como testigos del amor sacrificial de Cristo, respondiendo a su llamada a amar y servir a los demás con compasión y humildad.
La crucifixión y muerte de Jesús son el corazón de la fe cristiana, un recordatorio constante del precio de nuestra salvación y del amor infinito de Dios por la humanidad. En la contemplación de este misterio, encontramos la fuerza y la inspiración para llevar nuestras propias cruces y seguir a Jesús en el camino hacia la vida eterna.
La crucifixión y la muerte de Jesús son el corazón de la fe cristiana.
