Os divinas llagas de Jesús, que lleváis las sagradas marcas del gran sacrificio, me postro ante vos con humildad y gratitud. En este momento solemne, me dirijo a ti con el corazón contrito, reconociendo el precio infinito pagado por nuestra redención.
Dios te salve.
En tus manos, oh Jesús, veo las marcas de los clavos que atravesaron tu santa carne. Que estas heridas sean para mí un recuerdo constante de tu amor incondicional, de tu infinita generosidad y de tu capacidad de transformar el dolor en esperanza. Que pueda sentir siempre tu presencia reconfortante, incluso en medio de mi propio tormento.
A tus pies, contemplo las heridas causadas por los clavos que te sujetaron a la cruz. Que estas heridas sean el camino por el que camine en mi propia vida, guiándome hacia la verdad, la justicia y la compasión. Concédeme la fuerza para seguir tus huellas, incluso cuando el camino parezca oscuro e incierto.
En tu costado abierto, oh Jesús, veo brotar la fuente de la vida eterna para la salvación del mundo. Que esta herida sea para mí una fuente de gracia y de misericordia, que me invite a beber a manos llenas de las aguas de tu amor infinito. Que me alimente siempre de tu presencia vivificante y me guíe tu Espíritu Santo.
En tu cabeza, oh Jesús, contemplo las heridas infligidas por la corona de espinas. Que estas heridas sean el símbolo de tu realeza celestial, una realeza forjada en la humildad y el servicio. Que reconozca tu soberanía en todos los aspectos de mi vida y me incline ante ti con corazón dócil y obediente.
En tus hombros, oh Jesús, reconozco la carga de los pecados del mundo que llevaste con amor infinito. Que estas llagas sean para mí una invitación a abandonar mis propias cargas en tus manos compasivas, sabiendo que siempre estás ahí para sostenerme y fortalecerme en mis pruebas.
Oh Jesús, que cada una de tus llagas sea para mí un signo de tu amor infinito, una fuente de consuelo y fortaleza en los momentos de duda y desesperación. Que siempre me dirija a ti con confianza, sabiendo que tus heridas fueron el precio de mi redención y que tu amor es más fuerte que la misma muerte.
Amén.
Amén.