O Nuestra Señora de Guadalupe, Madre tierna y compasiva, Reina celestial que te dignaste mostrarte en el cerro del Tepeyac, estoy humildemente ante ti, agradecido por tu infinito amor y maternal solicitud.
Virgen Santa, estrella resplandeciente de nuestros cielos, me dirijo a ti con confianza, depositando a tus pies inmaculados mis alegrías, mis penas y todas las aspiraciones de mi corazón. Que tu mirada benévola se pose sobre mí, sobre mi familia y sobre toda la humanidad, concediéndonos la gracia de sentir tu presencia reconfortante tanto en los momentos de felicidad como en los de dolor.
Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la mañana, guíanos por el camino de la fe, la esperanza y la caridad. Que, como Juan Diego, estemos atentos a tu suave voz y seamos obedientes a tus palabras, dispuestos a responder a la llamada de Dios en nuestras vidas.
Nuestra Señora del Rocío, que revelaste la imagen milagrosa en la tilma de Juan Diego, envuélvenos en tu manto sagrado, protégenos de las tormentas, dudas y temores de la vida. Que tu manto sea nuestro refugio, un cobijo seguro en el que encontremos consuelo y paz.
Nuestra Señora de Guadalupe, estrella resplandeciente del Nuevo Mundo, te encomendamos nuestras naciones, nuestros líderes y nuestras comunidades. Que tu poderosa intercesión guíe a los gobernantes hacia la justicia, la paz y la dignidad de toda persona.
O Virgen misericordiosa, modelo de humildad y de fe, enséñanos a acoger la voluntad de Dios en nuestras vidas, a ser instrumentos de su amor y de su misericordia en un mundo a menudo atormentado.
O Virgen de Guadalupe, Madre de América, te pedimos por los más desamparados, los enfermos y los oprimidos. Sé su ayuda en la adversidad, su consuelo en el dolor y su esperanza en la oscuridad.
Santa María, Madre de Dios, escucha nuestra oración, concédenos la gracia de vivir según el ejemplo de tu amado Hijo, Jesucristo, y de compartir con el mundo el amor con que nos colmas. Amén.