El segundo misterio gozoso del Rosario es la Visitación, un acontecimiento lleno de gracia y alegría, narrado en el Evangelio según san Lucas. Este episodio narra la visita de la Virgen María a su prima Isabel, justo después de la Anunciación. Este momento es rico en encuentros espirituales y revelaciones divinas.
Después de recibir la milagrosa noticia del ángel Gabriel y aceptar su misión con fe y humildad, María supo también que su prima Isabel, a pesar de su avanzada edad y supuesta esterilidad, esperaba un hijo. Inspirada por el amor y el apoyo de su familia, María partió rápidamente hacia la región montañosa de Judea, donde Isabel vivía con su marido, Zacarías.
A su llegada, en cuanto María saludó a Isabel, el niño que llevaba en su vientre saltó de alegría. Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó entusiasmada: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo es que ha venido a mí la madre de mi Señor? Desde el momento en que tu saludo llegó a mis oídos, el niño que llevo dentro saltó de alegría. En respuesta a esta bendición, María, en un arrebato de gratitud y alabanza, pronunció el Magnificat, su célebre himno de acción de gracias: "Mi alma exalta al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador. Desde ahora, todas las edades me llamarán bienaventurada.
María permaneció con Isabel unos tres meses, compartiendo con ella las alegrías y los preparativos de sus respectivas maternidades. Este período estuvo marcado por una profunda comunión, una ferviente oración y un apoyo mutuo. Su encuentro es un modelo de amistad espiritual y de solidaridad familiar, que encarna los valores de la caridad y de la fe.
La Visitación se celebra el 31 de mayo y simboliza la humildad, la generosidad y el reconocimiento de la presencia de Dios en nuestras vidas. Este misterio gozoso nos invita a reconocer las bendiciones que recibimos y a celebrar los momentos de gracia con gratitud y alabanza. A través del ejemplo de María e Isabel, aprendemos la importancia de la fe compartida y del apoyo mutuo en nuestros propios itinerarios espirituales.