Santa Teresa de Lisieux, también conocida como "la pequeña Teresa", es una de las santas más queridas e influyentes de la Iglesia católica.
Aunque sólo vivió veinticuatro años, su vida ha dejado una huella indeleble en la historia espiritual de la Iglesia y ha inspirado a millones de personas en todo el mundo.
Therèse Martin, nacida el 2 de enero de 1873 en Alençon (Francia), era la menor de los nueve hijos de Louis y Zélie Martin, ambos devotos de su fe católica. A los quince años, tras obtener el permiso del Papa León XIII, ingresó en el Carmelo de Lisieux, con la intención de consagrar su vida a Dios.
En el Carmelo, Thérèse abrazó el "pequeño camino", una senda espiritual de sencillez, humildad y total confianza en la misericordia de Dios. Comprendió que la santidad no estaba reservada a unos pocos elegidos, sino que era accesible a todos, incluso a los más pequeños y débiles. Su espiritualidad se centraba en el amor y la confianza en Dios, como la de un niño hacia su padre.
Teresa vivió una vida oculta, dedicada a la oración, la obediencia y la caridad hacia sus hermanas carmelitas. Experimentó profundas pruebas espirituales y físicas, pero éstas no hicieron sino fortalecer su fe y su amor a Dios. Su correspondencia y su autobiografía, "Histoire d'une âme", revelan un alma profundamente arraigada en el amor de Dios y en el deseo de hacerse amar por Él.
La enfermedad la sorprendió a los veintitrés años, y sufrió mucho hasta su muerte, el 30 de septiembre de 1897. Al borde de la muerte, exclamó: "¡Nunca he anhelado tanto el Cielo!". Sus últimas palabras fueron: "¡Dios mío, te amo!"
Canonizada en 1925, Teresa de Lisieux fue proclamada copatrona de las misiones en 1927 y Doctora de la Iglesia en 1997 por el Papa Juan Pablo II. Su vida sencilla, sus escritos inspiradores y su "pequeño camino" siguen atrayendo y guiando a quienes buscan crecer en la fe, la esperanza y el amor.
Santa Teresa de Lisieux nos recuerda que la santidad es accesible a todos, que todo acto de amor, por pequeño que sea, puede conducir a la santidad. Ella es un modelo de confianza en la misericordia de Dios y una guía preciosa para todos los que buscan vivir una vida de auténtica fe y devoción a Dios.
Que su "pequeño camino" siga iluminando nuestra senda y nos conduzca hacia la santidad, enseñándonos a amar a Dios con todo el corazón y a servirle con alegría y sencillez.
Santa Teresa de Lisieux nos recuerda que la santidad es accesible a todos, que cada acto de amor, por pequeño que sea, puede conducir a la santidad.