Oh tú, San José,
guardián silencioso del Redentor,
esposo fiel de la Virgen María,
padre adoptivo del Hijo de Dios,
me dirijo a ti con confianza y amor.
Tú, el justo entre todos,
elegido por Dios para velar por la Sagrada Familia,
tú que has vivido en la sombra pero a la luz de Dios,
enséñame el camino de la fidelidad y de la humildad.
Enseñadme a escuchar en silencio,
a acoger las voluntades del Señor aunque me confundan,
a actuar con fe, como hicisteis vosotros,
sin ruido, sin vanidad, pero con fuerza serena y profunda.
San José, hombre de oración y de trabajo,
tú que ganaste el pan de tu familia
con el sudor de tu frente,
dame la dignidad de los que viven del fruto de su trabajo,
y enséñame la paciencia en las tareas sencillas y repetidas.
Protege a todos los trabajadores, a los desempleados,
a los que trabajan, a los que esperan,
y haz caer sobre ellos la bendición del Cielo.
Tú que has conocido la angustia del exilio,
el miedo por el niño que ibas a proteger,
la pobreza de Belén, la huida a Egipto,
sé el refugio de los que huyen de la guerra,
de los que vagan sin patria ni techo,
de los que no tienen rumbo en este mundo incierto.
Acompaña a los padres preocupados, a las familias divididas,
a los corazones que buscan cobijo.
San José, padre tierno y fuerte,
tú que tomaste la mano de Jesús de niño,
tú que lo viste crecer día a día,
ayúdame a crecer también a mí en la fe,
en la bondad, en la confianza.
Dame tus ojos bondadosos
para ver a Cristo en los que me rodean,
para acoger a los demás con el corazón abierto,
para amar sin contar, sin juzgar, sin esperar a cambio.
Tú que mantuviste a María en la pureza de tu amor,
tú que la apoyaste en sus dudas, en su dolor,
sé para mí modelo de amor verdadero, de respeto profundo,
de ternura fiel en los lazos del corazón.
Vela por todas las familias, por todos los matrimonios,
por los que se aman y por los que buscan el amor.
Consíguenos la paz, la mansedumbre, la paciencia.
San José, patrono de la Iglesia universal,
tú que velas por el Cuerpo de Cristo,
protege hoy a nuestra Iglesia,
mantenla unida, fuerte y fiel al Evangelio.
Inspira a los sacerdotes, ilumina a los obispos,
apoya al Papa en su misión.
Que la Iglesia, a tu imagen, sea humilde, laboriosa,
cercana a los pequeños, a los pobres, a los olvidados.
Y tú, san José, patrono de la buena muerte,
tú que dejaste esta vida entre Jesús y María,
prepárame para vivir este tránsito con paz,
y para poner mi alma en manos del Padre
con la fe que fue la tuya.
Quédate junto a mí hasta el final,
y cuando llegue mi último suspiro,
llévame a Jesús.
San José, fiel protector,
Me encomiendo a ti.
Intercede por mí ante tu Hijo,
y guárdame siempre bajo tu mirada de ternura.
Amén.
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